Mil veces recorrí el mismo lugar, la mayoría de ellas me topé con las mismas caras, aquellas que te miran como si nada les importara.
Mil veces me senté al lado del mismo árbol, y la mayoría de ellas estuve acompañada por diferentes personas, desde posibles pretendientes a mis partners más íntimos.
Mil veces bebí sentada en el césped, el que la mayoría de las veces quedaba totalmente arruinado a causa de las manos de ebrios mal intencionados.
Solo un par de veces estuve contigo en aquel lugar, y la mayoría de ellas me hiciste mucho daño, y justamente debido a eso aún no me olvido de tu rostro compasivo, un rostro que en más de una ocasión vi con tristeza, un rostro que nunca me fue permitido besar, un rostro con una boca que emitía cada cierto tiempo un “no me olvides”.
La última vez que estuve contigo en aquel lugar me entregaste la última carta, y solo bastó con que vieras mi rostro para darte cuenta de que te habías equivocado conmigo. Si, por que me despedazaste, me hiciste mierda, me hiciste sentir la peor dentro de este mundo tan vil. No quería hablarte, y tú me pedías una respuesta, ¿para qué? ¿Para darte el lujo de hacer sentir pésimo a una mina que siempre te quiso? No lo sé, nunca voy a entender como cresta funciona tu mente, nunca voy a entender por qué hiciste lo que hiciste, no entenderé jamás porque me diste todo ese amor y ternura, esperando lo mismo a cambio, y que cuando yo quise entregarte absolutamente todo, tú te negaste a recibirlo y más encima me quitaste todo aquello que alguna vez me habías entregado.
Nunca olvidaré el 14 de febrero que nos vimos, aquel día que, diciendo “no voy a llorar”, lloraste.
Nunca olvidaré el día en que mientras bailabas conmigo, te alejaste con una excusa bastante burda, y me dejaste ahí sola.
Nunca olvidaré cuando no creíste en mí, y creo que es lo que más me duele, porque siempre confié en ti, y tú demostraste no hacer lo mismo.
Nunca olvidaré tus confusas cartas impregnadas de “te quiero” y “no me olvides nunca”, en aquellas donde me culpabas por quererme. O aquellas conversaciones en las que me decías que deseabas llegar a un lugar donde no hubiera nada, encontrarme y pasar el resto de la vida junto a mí.
No olvidaré la canción que me dedicaste cuando yo tenía unos quince años, de hecho aún la escucho y me pregunto de manera egoísta ¿Por qué eres feliz? ¿Cómo pudiste dejar todo atrás y comenzar desde cero? Y no es que yo no quiera que seas feliz, nada que ver, es que yo también quiero serlo, y aún no encuentro la maldita manera.
En fin, me cagaste con los “no me olvides”, de verdad los tengo grabados, son parte de mí, pero quisiera que no lo fueran.
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